Sunday, August 24, 2008

La muerte de un aventurero americano en El Salvador.

Traducción al salvadoreño del artículo de Los Angeles Times publicado el sábado 23 de agosto de 2008.

LA MUERTE DE UN AVENTURERO AMERICANO EN EL SALVADOR.

Por Héctor Tobar (Los Angeles Times-23 de agosto de 2008.)

Joe Sanderson dejó su ciudad natal en el Medio Oeste americano cuando andaba en sus 20 años, con una mochila, un cuaderno y el sueño de llegar a ser escritor.

Así, comenzando a mediados de los años 1960, cruzó el Pacífico en un barco de carga; escaló el Kilimanyaro en Tanzania; y siguió sin parar su vagabundeo a través de unos 60 países durante unos 20 años. Donde quiera que iba, escribía apuntes diarios en un cuaderno, y enviaba cartas a sus padres en Urbana, Illinois, Estados Unidos.
Poco después de llegar a El Salvador en 1979, Sanderson se lanzó a su más audaz reto pendiente: Meterse a la guerrilla. "Las peñas apenas lo encubrían a uno, y las balas pasaban gruesas y rápidas," escribió en su diario, describiendo un ataque de helicóptero contra su columna guerrillera. "Sonaban como niños tratando de chiflar con la boca llena" No mucho después de escribir estas palabras en 1982, el vagar de Sanderson terminó, a sólo 17 días de cumplir 40 años, en un hospital de campaña improvisado y con su diario en su mochila. Joe Sanderson es uno de los dos estadounidenses que se sabe pelearon y murieron militando en el FMLN, en uno de los últimos conflictos de la Guerra Fría, en que el gobierno de Estados Unidos apoyó al lado contrario, la Junta militar que gobernaba El Salvador.
Rescatados del campo de batalla por el historiador de la guerrilla, el diario de 360 páginas y otros escritos de Sanderson han permanecido ignorados por décadas. El ex-guerrillero que guarda los documentos me permitió recientemente el acceso a ellos, y ser el primer ajeno a la guerrilla que los ve. El diario y los cientos de cartas que escribió Sanderson a casa, relatan la historia de una aventura estadounidense fuera de lo común. Son la crónica de un nómada del Medio Oeste, fascinado por sus rutas a través de los cinco continentes, que terminaría luchando contra un ejército apoyado por su propio gobierno.
Sanderson creció en una colonia cara de Urbana, sede de la Universidad de Illinois, donde su padre era profesor de entomología, especializado en escarabajos. El ahora crítico de cine Roger Ebert vivió en la misma cuadra y fue compañero de escuela de Sanderson hasta graduarse de bachillerato en la promoción de 1960. Ebert recuerda a Joe como un coleccionista de mariposas y reptiles, y que se fue de casa con billetes de cien dólares para los que su madre le cosió una bolsa en su ropa .
"Desde su preciosa casa rodeada de abetos en la calle Washington, se fue a buscar algo que necesitaba encontrar", escribió Ebert, en 2007, de la película "Into the Wild." La película, le dijo a sus lectores, le recordaba a un amigo de la infancia que tuvo una historia similar. "Into the Wild" cuenta la historia de un solitario y, al final fatal, viaje de un hombre en la vida salvaje de Alaska. Sanderson pasó los últimos meses de su vida en los pinares de Perquín.
Se había unido a un ejército compuesto mayormente por campesinos, estudiantes universitarios y sindicalistas, junto a ingénuos extranjeros reclutados por el movimiento de solidaridad internacional que apoyaba la causa rebelde contra un gobierno militar asociado con escuadrones de la muerte de extrema derecha. "Parece extraño llamar a la M-1 que estoy usando “La Virgencita," anotó Sanderson en su diario después de un enloquecedor tiroteo en el cual él y los soldados enemigos intercambiaron insultos. "Relucientes existencias de armas, definitivamente, un concurso de belleza... Al menos tratándose de armas". El seudónimo de Sanderson entre sus compañeros era "Lucas". A menudo trabajó junto a Carlos Consalvi, alias "Santiago", un venezolano encargado de las transmisiones de la clandestina Radio Venceremos. Consalvi rescató el diario y lo conserva en la colección del museo que se fundó para preservar la historia de la guerrilla. "Lucas fue un buen amigo, una persona que nos animaba con su optimismo," dijo recientemente Consalvi. "El gobierno americano gastaba millones de dólares en la lucha contra nosotros. Pero tuvimos un americano de nuestro lado".
Escribiendo durante varias semanas en cuadernos de espiral, Sanderson relata sus aventuras en un inglés adornado con abundantes modismos salvadoreños y jerga guerrillera, pasando rápidamente de la rutina al horror, mientras describe los detalles de la vida diaria en la guerrilla: de la alegría de volver a tomar café después de varios días, a los 17 cadáveres tendidos en el campo de batalla, después de una batalla victoriosa."Ahora comienza una nueva etapa," escribió Sanderson el 22 de marzo de 1982, mientras su columna militar se dirigía a Morazán. "Y con un poco de suerte y buena estrategia de planificación por nuestra parte, y la mala suerte a los cuilios – hasta puede ser la última fase."
Anotó las muchas ironías y absurdos vistos en un país pobre en guerra: el alto de los rebeldes durante una retirada para cortar mangos; los campesinos arreglándoselas para seguir con sus rutinas de la vida diaria y haciendo todo lo posible por ignorar a las fuerzas de ambos bandos rivales. En su última anotación, el 27 de abril de 1982, describió la muerte y entierro de un compañero la noche anterior, alumbrándose con lámparas. No hubo lágrimas ni tristeza, escribió Sanderson, sólo la inspección de la herida del combatiente muerto como si se tratara del botón de una flor tropical y ver qué cargaba en las bolsas de su pantalón ensangrentado para encontrar botones desprendidos que guardaba y una arrugada bolsita de fresquitop.

En su casa en los Estados Unidos, Steve Sanderson guarda una caja de recuerdos de su hermano menor: el diploma de Boy Scout Estrella que Joe ganó a los 15 años; su insignia de"Instructor de purificación de agua”; las bitácoras de los vuelos de Joe en Illinois, después que ganó la licencia de piloto; tres cajas y diez cartapacios que contienen unos cuantos cientos de cartas de Joe. Hay varias fotos de su adolescencia usando anteojos de carey de la época. En una está bromeando en una moto en la calle, con una botella de vino en una mano y un par de tambores bongo en la otra: Esta era la idea de Joe de ser un bohemio errante.

"Fue el intelectual e idealista en la familia, más parecido a mi padre", dice Steve, ahora de 68 años. "Yo era el más práctico y conservador más bien como nuestra madre." Steve se graduó en la universidad y se convirtió en contador, al igual que su madre, Virginia Coleman. Joe estudió teología en Hanover College en Indiana, pero abandonó los estudios en el último año. Entonces se lanzó a la carretera. En los años que siguieron, Joe llenó los buzones de Urbana con postales y cartas decoradas con coloridas estampillas: Un loro gris de Nigeria, un jet de propulsión a chorro de la Republiek van Suid-Afrika, una mezquita de Jordania.

Steve dice que la llegada de una carta de Joe era una ocasión que se celebraba con una cena familiar. "Mi madre llamaba y decía, 'Ven pronto, nos ha llegado una carta de Joe'." Después de la comida, la familia escuchaba a la señora Coleman leer las cartas. Sus palabras hacían resonar lugares exóticos en su sala familiar: el paso Khyber en Afganistán, las llanuras Dun de Iraq, las aguas del Lago Victoria en Uganda.
En 1969, Joe llegó a Nigeria, que estaba en guerra civil. Consiguió trabajo vacunando bebés en los campamentos de refugiados. El trabajo fue triste, pero en sus cartas Joe describe sus deberes y la guerra con su habitual humor sardónico. "La Cruz Roja", escribió en una, "está desesperada por trabajadores que vayan a la selva , tomen ginebra, se contagien de paludismo y “get shot” en el desayuno." (“get shot” significa a la vez ser vacunados o muertos a tiros.) También viajó al paralelo 38 que separa a las dos Coreas, fundó un “hospital hippie" en Sorata, en las montañas de Bolivia y presumió diciendo que se iría de periodista a la guerra de Vietnam.
Cuando regresaba a casa en los EE.UU., pintaba astas para izar banderas, o las agujas de las torres de iglesias - ese trabajo peligroso le permitía recaudar dinero para sus viajes. Su madre trató de que sentara cabeza, se estableciera y desarrollara una carrera profesional. "Cuando un hijo tiene 19 años y es un hippie andarín, está bien," dice Steve. "Pero cuando el hijo cumple 30, o 40, y es todavía un hippie andarín, te das cuenta de que eso es lo que va a ser".
Sanderson se fue a El Salvador como turista en 1979. Al principio, parecía otra más de sus otras aventuras. "Qué ondas todos", escribió desde el puerto de La Libertad, en enero de 1980. "Me vine aquí a la playa a una hora de la capital... Estamos en medio de una revolución suspendida ¿y qué es lo que me encuentro?, una maldita colonia de surfistas! ¡Quiero revolución! "... "Mi primera noche en la ciudad me emborraché en la casa de los guardias marinos de la Embajada de los EE.UU. , así que quiero que sepan que el dinero de sus impuestos está siendo bien empleado."
No mucho después, Sanderson se encontraba en un empobrecido barrio de San Salvador, parcialmente controlado por los revolucionarios. Un vehículo blindado abrió fuego sobre una barricada rebelde, y unos guerrilleros buscaban ayuda médica para un compañero herido. Sanderson les dice que puede ayudar - había sido un médico en la reserva del Ejército de los EE.UU.-. Atendió al hombre herido, y entonces dijo a los rebeldes que él quería "participar en la lucha."
"Nunca pensé que podría ser un espía", dijo el exguerrillero Adolfo Sánchez, entonces conocido como "Comandante Fito." "La bondad con que trató a nuestro compañero herido me dijo que no podía ser un espía."
A los guerrilleros les gustó la seriedad de Sanderson, pero tomaron precauciones. Se le envió a una casa de seguridad en San Salvador durante semanas, y se le entrenaba corriendo en la pista de un estadio. Finalmente, fue asignado a una columna guerrillera que marchaba hacia Morazán.

Con una estatura de 1.80 metros, ojos azules y pelo canche se destacaba. En un ejército formado en su mayoría por sipotes o jóvenes veinteañeros, él era como un viejo sabio.

Veteranos de su columna guerrillera todavía cuentan historias de sus hechos de guerra. Lo recuerdan como un filósofo , y un narrador que gustaba de las novelas de Ernest Hemingway.

“El usaba jeans , camisa beige y una pañoleta roja, pero nunca uniforme, porque no era considerado de tipo militar.” Dice “Eduardo” un cirujano de Ciudad de México que dirigió un hospital guerrillero y cuyo nombre real se oculta a su petición. Ambos hablaban por horas de religión y de aviones.

Había aprendido varias habilidades en su juventud en Illinois, por lo que resultó bastante útil para la guerrilla.

“Yo siempre quería a Lucas cerca de mi porque era un excelente tirador” dice José Ismael Romero, entonces lider guerrillero de 25 años, conocido como Comandante Bracamonte. Una vez Sanderson desafió al Comandante a competir en puntería y le ganó.

Lo que no sabían sus compañeros era que, en Illinois, Sanderson había recibido y aprobado el curso de tiro al blanco de la Asociación Nacional del Rifle. Jorge Meléndez (Comandante Jonás), a quien Joe llama en su diario “La ballena”, recuerda una larga discusión con Sanderson sobre la mala puntería de los guerrilleros.

“Mira, hombre ", recuerda que le dijo Sanderson ." El M-16 es una buena arma, un arma muy versátil. El problema es que los compañeros no saben cómo utilizarla. Tienes que enseñarles a utilizarla correctamente. "
”La luna se está ocultando, las pilas de la lámpara se agotan, pero quería garabatear un mensaje rápido estilo Arizona, "escribió Sanderson el 14 de febrero de 1982, en su última carta a su padre, que vivía en Arizona después de un divorcio. "Así que aquí estoy - todavía gordo y saludable (con tortillas y frijoles)", escribió. "Aún manteniendo mi sonrisa – aún dispuesto a cambiar mi atarraya salvadoreña por una caña de pesca de Arizona."
Dos meses más tarde, mientras corría a capturar una ametralladora ganada al enemigo, en las engañosamente tranquilas postrimerías de otra batalla, fue herido cuando una granada fragmentaria explotó cerca. Eduardo, el cirujano mexicano voluntario, trabajaba para detener la hemorragia de la herida, aun cuando tropas del ejército avanzaban hacia la improvisada sala de operaciones. De no haber sido por la escasez de plasma que afectaba a los hospitales de la guerrillla, dice el médico, probablemente se habría salvado la vida de Sanderson.
"Tenía una mirada profunda y tomó mi mano", recordó el médico a principios de este año. “Nos miramos a los ojos y me dijo: 'No te preocupes, Eduardo. Todo saldrá bien'."Los combatientes en retirada, rápidamente enterraron a Sanderson junto a un río que corría a través de territorio rebelde. Consalvi guardó sus diarios y los envió de contrabando a un archivo del FMLN en Nicaragua, por medio de una empresa de mensajería que corrió riesgo de muerte llevándolos en un ferry que atravesaba las líneas del ejército.
Cuando la noticia de la muerte de Sanderson llegó a Urbana, era incompleta, vaga y nunca del todo convincente. La primera agencia que dió la noticia dijo que el estadounidense muerto se llamaba "Joe S. Anderson." El FMLN nunca se puso en contacto con la familia Sanderson. La Embajada de los EE.UU. podía proporcionar poca información, más allá de confirmar que Sanderson había muerto.

La guerra civil de El Salvador terminó con un tratado de paz en 1992. Pero durante más de dos décadas, los Sanderson - su padre que hoy tiene más de 90 años, su madre muerta hace años - nunca supieron las circunstancias exactas de la muerte de Joe, ni dónde fue enterrado, hasta que yo les informé este año. A pesar que una compañía de seguros de vida pagó a los Sanderson una póliza que Joe había tomado, la posibilidad de que él podría andar viajando en algún lugar del mundo, nunca abandonaba a su hermano. "La primera vez que me convencí de que no había ninguna posibilidad de que pueda venir a tocar a mi puerta," me dijo Steve, "fue cuando hablé con usted."
hector.tobar @ latimes.com
Corresponsal especial Alex Renderos en San Salvador

1 comment:

El-Visitador said...

Si hubiera leído ésto aquí primero, habría dejado mi comentario aquí.

Pero como lo leí antes en el sitio de Tim, dejé mi comentario allá.

Slds.,